Esclavos de la independencia
Reunidos en un café celebrando la presentación del libro de mi amiga Sandra, nos encontrábamos varios de sus amigos –todos frelancers- celebrando el éxito de la jornada y, como es casi inevitable en toda junta donde se reúnen profesionales de una misma área, terminamos hablando de trabajo; nuestros últimos proyectos, lo que se viene, en que estamos y lo que aún nos queda por entregar.
Esto siempre es tema sensible para un independiente: “La gente cree que por que te pidieron un libro pequeño te demoras menos, pero yo le dedico el mismo tiempo a todas mis ilustraciones y son tres libros en total, imagínate la pega” nos contaba la Loreto, mientras todos asentíamos con un gesto de compasión y entendimiento.
Y es que a esta altura de tu carrera sientes dos puntos altos de emoción; cuando te ganas el encargo – ergo el presupuesto está aprobado y ya cerraste contrato- y el momento en que lograste entregar todo listo. Todo el proceso entre medio parece ser una procesión interna, siempre lenta y dolorosa que culmina finalmente con el descansar en paz del proyecto bien enterrado y rezando por que no regrese a penarte.
Amamos lo que hacemos, pero para muchos profesionales –con especial acento en el freelance- llevar a cabo grandes proyectos por tu cuenta, se ha transformado en una clase de auto esclavitud que te desgasta de forma invisible llevándote muchas veces y sin saberlo a los abismos del burnout o también conocido como el “síndrome del quemado”.
Este se ha definido como “un síndrome de cansancio emocional, despersonalización, y una menor realización personal que se da en aquellos individuos que trabajan en contacto con clientes y usuarios”. Es un tipo de estrés laboral, un estado de agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima, y está caracterizado por un proceso paulatino, por el cual las personas pierden interés en sus tareas, el sentido de responsabilidad y pueden hasta llegar a profundas depresiones.
Cosas como estas son parte de los peligros a los que el tratar de tomar control de nuestras vida y trabajo –sin jefe que nos diga que hacer- se han vuelto una constante sombra de la cual debemos cuidarnos como independientes. Trabajamos al borde de la auto exigencia, de tomar muchos encargos y cumplir con todos, de administrar nuestro trabajo, ser multitareas y tratar de llegar a fin de mes sin tantas preocupaciones, para –ojala- tener algo de tiempo para disfrutar de los frutos de nuestro trabajo que no son solo dinero en la cuenta.
El problema pareciera el no ser conscientes del falso “tiempo libre”, que afecta nuestra salud mental; con las necesidades de los demás, con el fracaso, con nuestro aislamiento y nuestro cansancio. Creemos tener el control pero nos movemos en la paradoja de ser libres y no tener la suficiente libertad por disponer de ella. Ser el “propio jefe” es convivir con el peor de los dictadores; muchas veces nos auto explotamos y trabajamos sin ganas, enfermos y desanimados, solo para cumplir con nuestra propia imposición de hacerlo.Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede y si no se triunfa, eres el único culpable.
Byung-Chul Han, filósofo surcoreano, ha descrito este tema en libros como La sociedad del cansancio: “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del burnout”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo.
Ante tal panorama oscuro hay una difícil solución; “Darnos tiempo”, no hacernos el tiempo, sino que demostrarnos amor propio y cuidar al trabajador propio. Dedicarnos tiempo es nuestro “bono laboral”, nuestro “premio al mejor empleado del mes” justo y necesario.
Cada vez es más necesaria una revolución en el uso del tiempo, Byung-Chul Han sostiene que: “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.
La independencia puede matar; no olvides de darte el tiempo, antes de caer quemado.
Rafael Chávez
Director/ El Diario Diseño